
¿Olerán a mar las autopistas dentro de un par de décadas? En realidad el olor es lo que menos preocupa a los expertos que analizaron la posibilidad de usar algas como fuente de biocombustibles en la reunión de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia celebrada en San Diego (California, EEUU). No es una idea nueva. Ya en los años setenta, y hasta mediados de los noventa, el Departamento de Energía de los EEUU desarrolló un amplio programa sobre algas, motivado por la crisis energética del momento. Los cortes presupuestarios enterraron la investigación, pero sólo temporalmente. Al Darzin, de los Laboratorios Nacionales de Energías Renovables (NREL) estadounidenses, señaló que actualmente hay más de 200 compañías en todo el mundo analizando el potencial de las algas.
No es sólo la cuestión energética; las algas podrían ser también un importante sumidero de dióxido de carbono y una fuente de alimentos (más de lo que ya son en los países asiáticos). Además, al contrario que otros cultivos para biocombustibles, no compiten por suelo cultivable para alimentos.
Sin embargo, todos los expertos resaltaron que los retos son aún muchos, desde identificar las mejores técnicas de cultivo hasta determinar qué especies son las mejores para cada aplicación. Además, es indispensable, antes de nada, tener buenas estimaciones numéricas y no sólo intuitivas de sus costes y beneficios ambientales. Es decir, cuánto carbono y agua consumen, por ejemplo, dijo Daniel Kammen, director del Laboratorio de Energía Renovable de la Universidad de California en Berkeley.
Sin embargo, todos los expertos resaltaron que los retos son aún muchos, desde identificar las mejores técnicas de cultivo hasta determinar qué especies son las mejores para cada aplicación. Además, es indispensable, antes de nada, tener buenas estimaciones numéricas y no sólo intuitivas de sus costes y beneficios ambientales. Es decir, cuánto carbono y agua consumen, por ejemplo, dijo Daniel Kammen, director del Laboratorio de Energía Renovable de la Universidad de California en Berkeley.
Un problema nada despreciable son las infraestructuras: se estima que, ya sea en el mar, ya en lagos o estanques acotados, harán falta millones de hectáreas de cultivo. Y, hoy por hoy, nadie ha hecho aún ensayos a esas escalas.
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