
Delibes vivió el último suspiro de una sociedad en extinción y retrató su forma de acercarse al mundo y entenderlo. Su mirada no tuvo la frialdad del taxónomo ni la falsedad del costumbrista, sino la naturalidad casi periodística de quien conocía y amaba aquello de lo que hablaba.
Al fin y al cabo, fue siempre una persona de provincias. Le ofrecieron puestos en Madrid, pero no quiso dejar su Valladolid natal. Y eso supuso vivir junto al campo. El acercamiento le vino por una pasión, la caza, que le llevó a pasar miles de amaneceres en los sembrados, a fraternizar con personas ligadas a la tierra y a escrutar, como ellos, el cielo. Esa afición deja páginas inolvidables en títulos que van desde 'Diario de un cazador' (1955) a 'El último coto' (1992).
La caza, tal como Delibes la entendió, era algo consustancial al 'ecosistema campesino'. Después, él mismo lamentó que la modernidad la estuviera convirtiendo en algo industrial y dirigido a ociosos urbanitas. Delibes avisó continuamente del deterioro que padecían, a la vez, la caza y el campo. Y, así, fue un pionero al informar de que la desertización humana, el abandono de las prácticas tradicionales, la intensificación productiva, la concentración parcelaria, el monocultivo y el uso de químicos estaban dejando yerma Castilla. Eran los años 70 y el ecologismo apenas se estaba empezando a inventar como movimiento social.
Hay que leer su discuso de entrada en la Academia, 'Un mundo que agoniza' (1979), para darse cuenta de su radical compromiso con el medio ambiente. Y también para apreciar la sabiduría de su análisis. Mientras el primer ecologismo se centraba, y no sin razón, en los males industriales y la polución urbana, el escritor tenía una visión integradora y amplia. Lamentaba la destrucción del territorio rural. Y recordaba que eran sus habitantes, los ganaderos y agricultores, las víctimas de lo que ocurría. Y los únicos capaces de salvar el campo, si es que ellos lograban salvarse antes. Sólo ahora ha empezado la Administración a darse cuenta que Delibes tenía razón.
Nunca cejó en su empeño y, en 2005, firma con su hijo Miguel un testamento ecologista: 'La tierra herida'. ¿Qué mundo heredarán nuestros hijos? En ella, se pregunta por el cambio climático, el colapso de las pesquerías mundiales o la pérdida de la biodiversidad en todo el planeta. Y vuelve a preocuparse de nuevo por el campo, su campo castellano.
Miguel Delibes fue un señor de campo, un ecologista y un Dersu Uzala castellano.
Le echaremos de menos.
Especial Miguel Delibes: http://www.elmundo.es/especiales/2010/03/cultura/miguel_delibes/sabio.html
DICCIONARIO DE VOCES Y EXPRESIONES POPULARES Y RURALES EN LA OBRA DE MIGUEL DELIBES:http://www.catedramdelibes.es/glosario.html
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